A veces nos sentamos a contemplar cómo
pasa la historia por nuestras ventanas. Otras veces ni nos damos cuenta que
estamos en medio de ella. Incluso, son algunos tan minúsculos frente a su
acérrimo espíritu que llegan hasta a negarla y pretenden poner sus pies en el
futuro sin transitar por ella.
La historia es
un todo indivisible, es una apuesta arquitectónica por la sabiduría, como muy
bien lo comprendieron los Mayas, para quienes no existe el tiempo lineal
(pasado, presente, futuro), sino la historia como un todo.
Entonces nos
preguntamos, ¿Qué significa hacer la Historia? ¿Significará levantarme todos los días para ir a mi empleo? ¿Implicará leerme unos cuantos libros sobre la vida de Bolívar, Miranda o
Zapata? ¿Será el aprenderse tres o cuatros poesías de los grandes clásicos
latinoamericanos? ¿Se tratará entonces, de amarrarnos al pasado y pretender que
todo sea como antes? O en definitivas, ¿hacerla significa
anquilosarnos entre nuestros recuerdos para salvarnos?
Déjenme
decirles Señoras y Señores que ese si es un cuento chino - mejor dicho y para no ofender a tan majestuosa cultura
milenaria y llamar a las cosas por su nombre, -¡Eso sí que es una película de
Hollywood, pura ficción!
La historia implica vivir y para hacerlo
es inaplazable para todas y todos interiorizar lo indivisible y únicos que
somos al pasar por la Pachamama. Lo sustancial que es apropiarnos de nuestros
pensamientos y transformarlos en acciones a partir de nuestros haceres.
En dónde lo humanamente innegociable signifique saber-hacer como unidad inquebrantable;
lo cual va desde hacer las arepas y no sólo esperar a que nos las sirvan en la
mesa, hasta impulsar la consolidación de los autogobiernos colectivos y
comunales.
Hacer historia
en términos poéticos y humanos implica lo intrasgredible e indiscutible que es
amar y no esperar a ser amados.
La historia
significa serla en esencia y para ello debemos romper con el mito de su
linealidad, que busca profanar su sustancia y convertirla en otro instrumento
del capital. El mismo, lo único que concibe es la mercantilización de nuestro
ser y hacer al convertirnos en escorias de consumo y competencia. Otorgándole
valores de cambio inclusive a nuestros pensamientos, haciéndonos creer que la
historia es pasado y que lo que importa es el futuro. Cuando la misma es un
todo indivisible que nos orienta en el tiempo para que reconozcamos sí
efectivamente estamos viviendo o tan sólo consumiendo.
De eso
sencillamente se trata, eso que llaman por ahí, ser Sujeto Histórico de Cambio,
y quienes pretendemos vivir, lo hacemos desde la incansable lucha por no
perdernos entre miles y miles de distractores que buscar aminorar nuestra
verdadera esencia; el hacernos día a día más humanos y no máquinas manipulables
para el consumo.
Entonces: ¿Qué es lo
imperativo frente a la historia? Es sencillo, se trata es de hacerla, no de
leerla ni de verla y mucho menos de vivir de ella, sino a través de ella. Y en
el caso venezolano, implicarnos en el proceso revolucionario no es más que un
espacio para hacerla y vivir en su grandeza.
Jessica T.M.